2013

20 de enero, 2013

Ya estamos inmersos en un nuevo año, 2013, sobre el cual los expertos auguran pocas alegrías en los principales ámbitos, económico, laboral, literario…

De entrada, al menos en el ámbito literario, y con independencia de número de publicaciones y/o de ventas, en estos días se han producido dos malas noticias que dan la razón, hasta la fecha, a los pesimistas.

Por una parte, la emblemática librería Catalonia ha anunciado su cierre tras décadas de ser una de las referentes del sector. En ella presenté en 2011 mi novela EL FARO DEL UNICORNIO, de modo que siempre guardaré muy buen recuerdo de este templo de los libros, de su espacio minimalista y acogedor destinado a ese tipo de eventos, de lo que cuidaban y lo importante que hacían sentir a los autores que promocionaban, y de la deferencia que tuvieron conmigo esperando pacientes a que nos marcháramos, a pesar de sobrepasar la hora habitual de cierre. Dejará de ser un lugar físico para convertirse en una leyenda intemporal.

Y la segunda desgracia es otra pérdida. Ha fallecido el editor de Libros del Silencio, Gonzalo Canedo, a los 57 años de edad. Hombre dedicado a las letras (quién va a descubrir a estas alturas la proeza lograda al frente de su pequeña pero ya grande editorial independiente). Él leyó, en su momento, EL FARO DEL UNICORNIO, y aunque la editorial decidió no publicar el entonces manuscrito, cuando este pasado mayo volví a hablar con él me sorprendió diciendo que se acordaba de mi novela, de la temática y del estilo que tenía. Tal vez eso no signifique nada especial en sí mismo, pero para una persona poco conocida en el mundo editorial, que alguien de su categoría dentro del mundillo te reconozca es un detalle de los que no se olvidan. Sirvan, pues, estas palabras de homenaje hacia su persona.

Y hasta aquí las penas y cuestiones adversas. Quizás para el sector editorial este no sea un gran año, probablemente, pero sí lo va a ser para la escritura, sin duda, ya que la inmensa mayoría de escritores vamos a seguir creando y conformando historias que en el futuro, publicadas o no, existirán y satisfarán a quienes las lean o, como mínimo, a los que les dieron vida en su pasado personal.

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