13 de noviembre. ¡Y va una década!

14 de noviembre, 2013

El 13 de noviembre siempre ha tenido para mí un significado especial, y es que ese día cumplen años dos buenos amigos. Pero a esa circunstancia le sumo una capital en mi vida, en forma de anécdota ocurrida hace una década.

El día 13 de noviembre de 2003 caminaba yo por las calles de la ciudad después de una reunión laboral. Por casualidad me paré delante del escaparate de una pequeña librería y miré los libros que ofrecía, desparramados sobre los estantes y en condiciones de conservación deplorable. Otro hombre se detuvo a mi lado y se interesó por un ejemplar expuesto. Llamó a la puerta, cerrada, y cuando se entreabrió apareció una cabeza de mujer desaliñada preguntando de malos modos qué queríamos. Al escuchar la consulta del hombre respecto al precio de uno de los libros, la mujer respondió indignada que era caro, muy caro, carísimo, tanto que no teníamos dinero suficiente para adquirirlos, y que si deseábamos comprar libros baratos fuéramos enfrente. Yo miré hacia el lugar indicado y reparé que se refería a un anticuario de libros, donde los libros podían ser cualquier cosa menos baratos.

Durante la conversación contemplé el interior de la librería, a través de la rendija que la mujer dejó abierta, y me quedé pasmado. Pilas de libros se alzaban hasta el techo, y la impresión era la de que se preparaba una mudanza. Desconcertados ante las palabras de la extraña mujer, y más aún ante el portazo que nos propinó sin más, me despedí del hombre y caminé de regreso al trabajo, dándole vueltas a las circunstancias peculiares que podían haber conducido a la señora a actuar de aquella manera.

 

 

Ese fue el germen embrionario de lo que, posteriormente, casi cuatro años y medio más tarde del episodio narrado, se convirtió en EL FARO DEL UNICORNIO, la novela que tantas alegrías me ha dado y está todavía por darme, sin duda.

En esta década han ocurrido muchas cosas derivadas de ese momento estelar, que diría Zweig, algunas relacionadas con la literatura que han transformado mi personalidad y mi rutina diaria. Por ello, sólo puedo estar agradecido al destino por brindarme uno de los instantes más curiosos de mi existencia. Y desde aquí, sirvan estas palabras como homenaje a la dueña de aquella librería, poco después desaparecida.

Publicado en: El Faro del Unicornio