Por segunda vez desde que escribo y publico, he tenido la oportunidad de participar en la FERIA DEL LIBRO DE HUESCA. Fue el domingo día 1 de junio de 2014.

De entrada, una Feria del Libro, para quien no esté familiarizado con el tema, representa para el escritor una ocasión propicia, casi única, de tener un contacto real con lectores que van a pasear entre un mar de libros y pueden o no interesarse en su obra específica. Después de unas cuantas experiencias personales, considero que la manera adecuada de afrontarlas es con entusiasmo y humildad, es decir, con ganas de explicar a los demás qué has escrito y en qué consiste el libro que tienes en el stand, pero al mismo tiempo partiendo de la base de que a nivel de ventas no es en absoluto la panacea (salvo contadas excepciones), y más si esta tiene lugar en tierras donde no se te conoce, por lo que hay que buscar la recompensa en otro tipo de estímulos como puede ser el interés que despiertes en quien te escuche comentar la novela o la gente que se lleva, por ejemplo, los puntos de libro que tú pones a su disposición.

Y dentro de las Ferias del Libro, la de Huesca tiene un encanto especial que la distingue del resto (al menos de las otras en las que he participado hasta la fecha). En realidad, no es tanto la Feria en sí misma, sino el formato, por un lado y, especialmente, el grupo humano que hay detrás de ella.

En esta Feria, el escritor no se ubica dentro de una caseta determinada, de una editorial, distribuidora o librería, sino que lo hace en una mesa habilitada a tal efecto, en la que tiene la posibilidad de firmar los ejemplares que el público puede adquirir en la caseta que desee, y en la que se anuncia cada pocos minutos su presencia como escritor. Aquí la verificación:

Una de las cosas más hermosas que te permite este formato es conocer a los otros escritores participantes ese día, y trabar con ellos una amistad que, de otro modo, nunca llegaría a producirse. Este año he tenido la suerte de contar con la compañía de dos grandes literatos, harto conocidos en Aragón y también fuera, como son José Antonio Adell y…..

Aquí me detengo, porque en una entrada previa puse esta foto del primer ejemplar de AMAPOLA NEGRA que vi en una librería. 

Pues bien, si os fijáis, veréis en la parte superior una novela de sobra conocida como es «Palmeras en la Nieve»…. de Luz Gabás. Y, efectivamente, en la Feria de Huesca he estado junto a la simpática y natural alcaldesa de Benasque, una mujer sencilla, montañesa, como se definió ella misma, que hizo las delicias del público oscense, ávido de hacerse con su segunda novela, que será, sin duda, tan exitosa como la primera.

Aquí está la prueba del delito de que no miento.

Aunque mención aparte merece la organización del evento, destacando a Chema Aniés, a Yolanda y demás staff, y a quienes nos acompañaron en la comida, Pablo Parra e Isabel Peralta. Es muy difícil que en otro acto de estas características se trate mejor a los escritores, desviviéndose por ellos y prestándoles ayuda en todo momento, arropándolos en las actividades realizadas y, en definitiva, haciéndoles sentir grandes personalidades del mundo de las letras. Desde aquí os he de decir que tiene mucho mérito lo que allí se hace. Huesca, si bien es una ciudad pequeña de unos 50.000 habitantes, ofrece una vida cultural repleta y activa, bastando de ejemplo que su Feria del Libro dura más de una semana.

De ahí que en la presentación que realicé de AMAPOLA NEGRA resaltase este aspecto sobre otros, el cual valió los aplausos espontáneos de varios de los «Feriantes» desde sus casetas, regalo que me llevo guardado como un tesoro.

Y finalmente, para regocijo propio y aplacamiento del ego de artista, he de decir que, pese a no ser conocido todavía, AMAPOLA NEGRA vestirá los muebles de varios lectores que decidieron colaborar en mi labor de difusión de la Gran Guerra. Uno de ellos es el que ya considero amigo, Miguel Gardeta, escritor y autor de «Mi no spick London». Dejo una muestra breve de una pareja que adquirió la novela y, además, propuso que nos retratáramos juntos. Mil gracias a todos ellos.

Como les dije al despedirme, cuando pusieron el broche al día obsequiándome con una botella de vino Reino de los Mallos, va a ser complicado que, manteniendo ese exquisito nivel de trato humano, me pierdan de vista en su Feria del Libro. Así que ya sabéis, hasta la próxima edición.