Este fin de semana pasado he vivido uno de los momentos literarios más importantes de mi vida. He participado en el III Certamen Internacional de Novela Histórica «Ciudad de Úbeda», y en él he disfrutado de la magia de este tipo de encuentros.

En primer lugar, es necesario destacar y no me cansaré de resaltarlo, la ingente labor que desarrollan los organizadores y colaboradores de este evento literario, que tiene lugar en una ciudad con un encanto especial (que si no conocéis, desde aquí os invito a hacerlo), como es Úbeda. Vaya por adelantado mi más sincera felicitación y enhorabuena por un trabajo en favor de la literatura que jamás podremos olvidar los que hemos estado en vuestras manos. Por citar a algunos, por supuesto Pablo Lozano, Sebastián Lozano, Alberto Sanfrutos, Luis Foronda…. Sois magníficos. Y vosotros habéis contribuido a que me haya sentido un gran escritor durante estos días.

El primer ejemplo de ese trato exquisito fue el alojamiento, en el Hotel Las Casas del Cónsul, que también merece una mención en cuanto a sus instalaciones y saber hacer. Basta decir que este edificio es uno de los que se incluye en el recorrido turístico de la ciudad. Aquí tenéis algunas de las fotografías que atestiguan esto.

Respecto al Certamen propiamente, me puedo referir, en primer lugar, a la enorme calidad literaria y también humana de los participantes, muchos de ellos convertidos ya en amigos. Así, conocí a Salvador Compán, David Yagüe, Magdalena Alberto (ganadora del Concurso Literario del II Certamen), Ildefonso Arenas y Pedro Herrasti. Con ellos he compartido las experiencias de una profesión vocacional como es la nuestra, a la vez que parte de esos desvelos que todo escritor lleva bordados en su alma, hermanándonos en un colectivo de características peculiares.

El sábado 15 de noviembre, a las 19:30, fue el turno de mi intervención oficial. Debido a la ausencia de Javier Negrete, baja de última hora por cuestiones familiares, decidimos enfocar mi charla, creo que de manera acertada, en lo que se ensalzaba en el cartel del Certamen, es decir, en hablar de la Primera Guerra Mundial. No puedo asegurar si gustó o no. Lo que sí puedo decir es que después recibí felicitaciones de personas individuales que me aseguraban haber aprendido muchas cosas de un conflicto tan desconocido. Para mí ese es el mejor comentario que me podían hacer, de modo que me doy por bien pagado.

Como no podía ser de otro modo, el proyecto AMAPOLA NEGRA estuvo muy presente en el acto, a modo de ilustración y botón de muestra de lo que ocurrió en aquellos convulsos años de guerra, iniciada en 1914.

A continuación expongo algunas de las fotografías sacadas en esa actividad.

Y finalmente pongo una fotografía en la que aparezco junto a varios de los organizadores y escritores que cerraron el primer fin de semana del Certamen, del que, como he dicho, siempre guardaré un recuerdo dulce.

Acabo esta pequeña crónica con un deseo de todo corazón, porque se lo merece sin paliativos: ¡LARGA VIDA AL CERTAMEN INTERNACIONAL DE NOVELA HISTÓRICA CIUDAD DE ÚBEDA!