Parece mentira lo rápido que transcurren los meses y hasta los años… Ya nos encontramos en los últimos coletazos de un verano que empieza a diluirse en la memoria de nuestros recuerdos. El otoño asoma y nos enseña el perfil de una efeméride que merece ser ensalzada. Menos de dos meses nos separan de un hito centenario que la humanidad debe celebrar y esforzarse por hacer visible, para que las generaciones que nos sigan no sucumban a la tentación de querer volver a probar ese veneno tan mortal llamado guerra…

Me refiero al Día del Armisticio, la jornada de aquel lejano 1918 en la que se acallaron por fin las armas en los campos de batalla (a pesar de que las armas verbales permanecieron activas y afiladas en las reuniones políticas posteriores). De ese 11 de noviembre se van a cumplir en breve 100 años, un siglo completo en el que el mundo ha cambiado como nadie podia imaginar, pero al final del cual sigue vigente para denominar al conflicto el término elocuente de Gran Guerra.

Como digo, faltan menos de dos meses para el feliz acontecimiento, y nos tenemos que ir prepararando para recibirlo, comprender la dimensión de su significado y disfrutar del concepto de paz entre pueblos que encierra.